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Aló emprendedores!

Hoy vengo a tocar un tema álgido, motor de numerosas crisis existenciales en la vida de un emprendedor: la identidad de nuestro emprendimiento. Ojo! Este post no viene con la idea de hablar de la función de las tipografías, los trucos para elegir colores ni la receta para tener logotipo perfecto, para nada. Viene a organizar la instancia previa, la muchas veces olvidada, la que debería ser ineludible para cualquier emprendedor que quiera desarrollar una marca sólida y original: la definición de los elementos simbólicos e intangibles de nuestra marca. ¿Por qué? Porque la selección de elementos gráficos como tipografías, colores, fotografías y demás no tiene ningún sentido si antes no hemos analizado qué queremos transmitir con ellos. Así que antes de ahogarnos en el mar de inspiración de Pinterest o pedirle socorro a un diseñador amigo, vamos a sentarnos a pensar algunos puntos. Acá vamos:

1- De qué se trata tu proyecto:
Un primer paso es explicar a grandes rasgos en qué consiste tu proyecto, identificar el rubro al que va a pertenecer, investigar qué tipo de competencia tiene, qué rangos de precios se manejan, qué tipo de acciones o promociones se realizan. Mirar desde el borde antes de tirarnos a la pileta.

2- En qué va a consistir tu oferta:
En una segunda instancia, deberemos elaborar la oferta de productos o servicios de nuestro proyecto. En un primer abordaje, vamos a listarlos. A partir de ahí deberemos empezar a organizar esa oferta. Algunas preguntas que pueden ayudarnos son: ¿Tengo suficiente variedad de productos? ¿La oferta de mis productos o servicios es fácil de entender? ¿Puedo organizarlos en categorías o clasificarlos de alguna manera para facilitar el orden? ¿Encuentro una línea de identidad en mi oferta? ¿Qué pasaría si a futuro quisiera ampliarla? ¿Podría incorporar nuevos productos o servicios? ¿Tengo un rango de precios para abarcar diferentes bolsillos? ¿Debería incluir una línea más económica?
Los productos o servicios que ofrecemos son una parte clave de la identidad de nuestro emprendimiento, así que tener una oferta clara nos va a facilitar el desarrollo posterior de una marca.

3- Tu nombre de marca:
Una vez que tenemos claro en qué va a consistir nuestro emprendimiento es el momento de pensar su nombre de marca. Y acá no hay receta que valga, amigos. Pero sí tengan presentes dos cosas:
1- Prioridad a la simpleza: Si bien no es una condición excluyente para una marca, es de mucha ayuda, sobre todo cuando tenemos un pequeño proyecto que tenemos que dar a conocer. La simpleza no nos asegura el éxito, pero tener un nombre que necesita ser deletreado es un tanto tedioso. Se los dice una persona que se cansó de presentarse como «Jimena con jota» y optó por usar su apodo como nombre de marca 🙂
2- Una bajada que acompañe: La bajada de marca (slogan, en yankilandia) es una frase de dos o tres palabras que ancla directamente el nombre con el leitmotiv del proyecto. Sirve para que a simple vista nuestro público identifique a qué nos dedicamos, así que es otro elemento constitutivo de nuestra marca que merece ser pensado de manera estratégica.

4- Tu promesa de marca:
Este es de los escaloncitos más difíciles a la hora de llegar a nuestra marca: nuestra promesa de marca es aquello que nos diferencia de nuestra competencia. ¿Qué podemos ofrecerle a nuestro público que nos hace únicos? ¿Por qué un posible cliente debería elegirnos a nosotros y no a cualquier otro que forme parte de nuestro mismo rubro? En esta instancia ayuda mucho escuchar opiniones de nuestros clientes (si es que ya tuvimos algunos) y recibir feedback de una manera positiva (muchas veces nos centramos en las críticas, pero también tenemos que aprender a escuchar las cosas lindas que nos dicen y capitalizarlas).
Esa promesa de marca tiene que ser única. «Buena calidad a precios bajos con envío sin cargo y atención personalizada» no existe. O nos centramos en la calidad de nuestros productos o definimos una marca de precios bajos. Que nuestra promesa sea única, porque esa característica es la que va a ser el corazón de nuestra comunicación.

5- Tu personalidad de marca:
Acá van los adjetivos que definen la actitud que va a mostrar tu marca. Un poco van a estar dados por el estilo de productos o servicios que ofrezcamos, otro poco por nuestra propia personalidad como emprendedores. Listar los adjetivos nos va a ayudar a definir un discurso sólido y eficaz a la hora de comunicar.

6- Tu cliente ideal:
Hace un tiempo vimos en este mismo blog cómo definir nuestro público objetivo. Una buena manera es pensar en nuestro cliente ideal, presentarlo con nombre, darle una identidad, un estilo de vida. Eso ayuda a entender qué busca nuestro público, cómo debemos hablarle, con qué tipo de contenidos podemos generar empatía con ellos.

¡Listo! ¡Tenemos toda la información que necesitamos! ¿Cómo la organizamos? Les presento la frutilla del post: les dejo una planillita donde pueden volcar toda esta información, puede descargarla a través de este link. Les recomiendo como siempre que escriban, que no dejen estos conceptos en sus cabezas, que los plasmen en un papel una y mil veces hasta que crean que están lo suficientemente pulidos. Ahora sí: es el momento de llamar al diseñador amigo (paso el chivo, si no conocen a ninguno pueden escribirle a quien suscribe) y empezar a materializar en una identidad gráfica todo esto que quieren contar.

Hasta el próximo post! 🙂